La celebración de la Navidad en la Ciudad de México y el resto del país se concentra en la mesa, donde convergen recetas virreinales e ingredientes prehispánicos. Durante las reuniones de Nochebuena, el consumo de platillos como los romeritos con mole, el bacalao a la vizcaína y el pavo relleno constituye el eje central de la festividad. Estos alimentos no solo representan el sustento de la reunión, sino que marcan la pauta económica y social de la temporada en los mercados locales.
Los romeritos, quelites que crecen en la zona lacustre de la cuenca de México, se sirven tradicionalmente con tortitas de camarón seco y papas cambray, bañados en mole poblano. Este guiso, junto con el bacalao —una herencia hispana adaptada con chiles güeros y jitomate—, forma el dúo indispensable en las casas de la capital. El pavo o guajolote se prepara comúnmente con un picadillo de carne molida, frutas secas y nueces, aunque su elaboración ha comenzado a simplificarse en las cocinas urbanas debido a los tiempos de cocción prolongados.
Sin embargo, la tradición enfrenta la desaparición de elementos clave. El acitrón, dulce obtenido de la biznaga de dulce, se encuentra bajo protección federal debido al peligro de extinción de la planta, que tarda hasta 40 años en crecer. Su uso en el relleno del pavo y en la Rosca de Reyes ha sido sustituido por ate de frutas o jícama cristalizada para cumplir con la normativa ambiental.
Asimismo, preparaciones como el ponche fermentado, que se dejaba reposar para obtener una ligera graduación alcohólica natural, han cedido ante la versión inmediata de fruta hervida con piloncillo. Dulces regionales como los pulacles de Veracruz o el ningüi de la mixteca —una pasta de maíz tostado— son hoy difíciles de localizar fuera de sus comunidades de origen. El costo del bacalao auténtico, importado de mares fríos, ha provocado también que familias opten por pescados locales similares o reduzcan la frecuencia de su consumo.
El recalentado del 25 de diciembre cierra el ciclo gastronómico. En este evento, el sabor de los guisos se intensifica por la concentración de los jugos, manteniendo vigente la práctica de consumir las sobras de la cena previa en tortas o tacos, una costumbre que resiste los cambios en los hábitos alimenticios modernos.
