Mar. Dic 16th, 2025

 

Aunque el Congreso entre en periodo de receso, la política no se detiene. Diputados y senadores siguen en funciones a través de la Comisión Permanente, un órgano que existe justamente para que el país no se quede sin representación cuando no hay sesiones ordinarias. En esta etapa, la Cámara de Diputados encabeza los trabajos y la idea es mantener reuniones semanales para revisar iniciativas y debatir los temas que marcan la agenda nacional.

El mensaje desde San Lázaro es directo: el Congreso no puede ser un espacio de silencio. Su razón de ser es debatir, contrastar ideas y poner sobre la mesa los problemas que viven los ciudadanos. Intentar acotar la discusión o evitar ciertos temas sería darle la espalda a la gente que eligió a sus representantes para hablar por ellos.

En ese escenario aparece la reforma electoral, uno de los asuntos más sensibles del próximo periodo. Aunque en un principio se había planteado que llegaría hasta febrero, ahora se abre la posibilidad de que se presente desde enero. Sin embargo, más allá de las fechas, la prioridad es el cómo. La advertencia es clara: una reforma de esta magnitud no puede aprobarse al vapor ni en automático.

La lógica es sencilla y fácil de entender: las leyes electorales definen cómo se gana y cómo se pierde el poder. Por eso, se insiste en que debe haber una etapa real de análisis y escucha. Académicos, organizaciones civiles, autoridades electorales, partidos políticos y ciudadanos deben tener voz antes de tomar cualquier decisión. De lo contrario, la reforma nacería cuestionada.

También se puso sobre la mesa un punto clave: escuchar no basta si no se toman en cuenta las opiniones. El parlamento abierto no debe ser un trámite ni una simulación. Si las observaciones de expertos y ciudadanos no se reflejan en el texto final, el ejercicio pierde sentido y la confianza pública se debilita.

Otro de los ejes del discurso fue la defensa de las instituciones electorales. Se recordó que en otros países, cuando estas instituciones se han debilitado, la democracia ha entrado en crisis. En México, se subrayó, el objetivo debe ser el contrario: fortalecerlas para garantizar que cada voto cuente y sea respetado.

La reflexión también alcanzó a la clase política en general. Ningún gobierno es eterno y ningún proyecto dura para siempre. Justamente por eso, las reglas del juego deben pensarse con visión de largo plazo y no desde la conveniencia del momento. Ganar una elección implica responsabilidad, y perderla implica aceptar la decisión ciudadana.

De cara al futuro, se planteó que el verdadero debate electoral debería centrarse en cómo blindar los comicios frente al crimen organizado, cómo asegurar servidores públicos que respondan a la gente y cómo mejorar la confianza en el sistema democrático. Una reforma electoral, se dijo, no debe servir para concentrar poder, sino para fortalecer la democracia.

Desde la presidencia de la Cámara de Diputados se garantizó un debate plural, abierto y respetuoso. La señal es que la reforma electoral se discutirá, sí, pero con calma, con argumentos y con la ciudadanía al centro. Porque en un país democrático, las reglas se construyen escuchando, no imponiendo.

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